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Soy una mujer completa

Me llevó tiempo darme cuenta de que realmente nací completa, con todos los recursos internos para ejercer libre y plenamente mi vida. ¿Cuándo lo recordé? En mi proceso de divorcio, en los momentos más dolorosos del duelo. Llevaba años viviéndome incompleta, perdiendo mi identidad, creyendo que necesitaba de un grupo de amigos, un currículum, cosas materiales, un novio, marido, unos hijos, un trabajo, una casa para ser, estar y vivir mi propia vida. ¡Suena increíble! Mis creencias inconscientes me tenían dormida.

Poco a poco reconocí y comprendí que había crecido en una familia y en una sociedad que promueven y admiran la vida en pareja y la familia tradicional y rechazan lo que pudiera salirse de los estándares establecidos. Sin juicio, ni bueno ni malo, simplemente así lo percibí e interioricé. Cumplí con los requisitos que yo misma reforcé en mi mente por años, desde la elección del padre de mis hijas, pasando por el altar y hasta el trabajo seguro. Estaba convencida de que esos pasos me llevarían a ser y sentirme una mujer completa, una mujer exitosa, una mujer capaz de cumplir con las expectativas de sus padres, de la familia y de la sociedad. Siempre en busca de, como si algo faltara, en vez de que simplemente sumara. Nuevamente, sin juicio, dado que mis padres a su vez contaron también con información y programación heredada de sus propios padres.

Una vez que toqué fondo, viviendo una vida aparentemente completa fue cuando más incompleta me sentí. Me recuerdo sobreviviendo, cediendo sin resistencia, para evitar cualquier desgaste físico, emocional y mental. Ahí me enfrenté a mí misma, por primera vez, después de mucho tiempo, me permití cuestionar mis pensamientos y permanecer en silencio para escuchar lo que mi voz interior me decía. Mi intuición me hablaba fuerte, pero con el tiempo yo le fui bajando el volumen. Descubrí, con honestidad hacía mí, que no había sido la protagonista de mi vida, que había cedido mi poder y sabiduría, que vivía sintiéndome incompleta porque buscaba afuera lo que siempre estuvo dentro de mí. Sin juicio, ni bueno ni malo, sino con gratitud de al fin poder verlo, aceptarlo y cambiarlo.

En mi proceso de divorcio, experimentando el duelo, cada una de sus maravillosas etapas, fue como me di cuenta de que yo no sentía esa alegría en mi corazón aún, viviendo la vida de aquel momento, donde todo embonaba y parecía fluir. Solo parecía porque internamente mi corazón se apagaba un poquito todos los días. Cuando logré vivir más despierta, me di cuenta de que podía elegir la vida que yo quisiera vivir y modelarles a mis hijas. Podía elegir cualquier camino que resonara conmigo y con mi siguiente etapa, realmente todo radicaba en mi mente. El camino “sencillo”, en ese momento, era quedarme hasta que me apagara y esperar lo que siguiera, con el riesgo de contaminar el ambiente emocional de mis hijas. El camino “sin pavimentar”, era largo, desconocido, solitario, incierto, pero desde mi intuición era el camino en el que yo volvería a encontrarme, volvería a estar completa, volvería a mí y donde me haría responsable de mi vida.

No he dejado de caminar, cada día más consciente, unos días doy pasos largos otros días pasos cortos, pero nunca me detengo. Hoy, me siento y me vivo una mujer completa, dejé de culpar y de exigir a los demás. Soy responsable de lo que pienso y creo en mi vida, suelto y agradezco las creencias que no me suman e integro las que me hacen sentido y le dan equilibrio a mi vida. Después de unos años, aprendí que sentirse completa no tiene que ver con un título, un estado civil, cosas materiales, tener hijos, vivir sola o con un esposo, sino equivale a cómo yo me sienta conmigo misma, al valor que me doy como ser humano, con qué ojos me veo y me trato. Nuevamente, reconocerme completa y con recursos desde mi nacimiento. Luego entonces puedo compartirme con quien yo decida y genuinamente conecte desde el amor, la gratitud y el gozo.

1 Comment
  • Hugo hernandez
    Publicado a las 19:37h, 16 marzo Responder

    Excelente reflexión.
    Esos vacíos sin importar el género ni el tiempo específico dentro de una relación. Lo cual describes con mucha claridad, intentamos llenarlos con los recursos que tenemos en ese momento.
    Desgraciadamente están muy limitados por esas ideas heredadas de generación en generación.
    En mi caso y lo recordé al leer tu texto, yo ya intentaba llenar estos vacíos antes de casarme por sumar uno más a los que citaste yo opte por adoptar otra religion, buscando en ella el consuelo de ese vacío (los resultados fueron parciales).
    Hoy me siento y me percibo más satisfecho conmigo y con lo que soy, ordenó mis prioridades intentando ser el número uno de ellas.
    Nada fácil. Leyendo y escuchando tus experiencias, como las describes y analistas me doy cuenta que muchas de ellas pueden ser muy parecidas a las de otras personas (incluido yo) Creo que lo importante es ver cómo podemos encontrar la forma de llenar esos vacíos que pueden seguirse presentando en el camino hasta no saber valorarnos de una manera sincera y auténtica.
    Espero ser claro, siguiendo tus consejos de escribir lo que pensamos y sentimos me ayuda mucho a ordenar mis pensamientos.
    Gracias por este tipo de ejercicios.
    Saludos.

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