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Soledad en pareja

Recuerdo sentirme triste, apagada, perdida y en constante tensión. En ese momento lo que me mantenía de pie era el miedo de pensar que en algún momento me pudiera apagar y no volver a cuidar de mi ni de mis hijas.

Había momentos en que no me reconocía, yo siempre fui una mujer alegre, con capacidad de decisión, fuerte, siempre soñando en hacer nuevas cosas y vivir de mejor manera, contenta con la vida y me recuerdo, también, amorosa conmigo. Sin embargo, en aquel momento, me había convertido en una mujer incapaz de sostener mis opiniones, mucho menos de llevar a cabo mis deseos, me había convertido en una mujer complaciente, dejándome de lado y en último lugar y, además, gris, pasiva. Incluso, modifiqué mi energía de mujer para apoderarme por completo del papel de mamá.

Definitivamente, ahora, al recordar y escribir, confirmo que, al haberme anulado, me había olvidado de mí, de mi esencia, mis deseos, mis necesidades, mis intereses, era evidente que llegaría el momento en que me sentiría sola, aún en compañía, abandonada, infeliz e incapaz de hacerme cargo de mí misma, de mis pensamientos, emociones y decisiones, de mi casa, de mi relación de pareja, de mi trabajo, de mis hijas.

Inconscientemente, desde mi propia desconexión, exigí durante mucho tiempo a mi expareja bienestar, felicidad, cuidados y reconocimiento, apoyo y amor. Sin darme cuenta de que para recibir todo eso la primera que debía dárselo era yo misma.

En su momento, la gratitud y el perdón fueron dos importantes herramientas que decidí explorar y poner en práctica durante mi camino de separación. Al principio no lo lograba porque mi mente no paraba de generar pensamientos fantasiosos e irreales que me regresaban al dolor y sufrimiento. Sin embargo, poco a poco, siendo constante, pude agradecer y perdonar, eso me abrió grandes posibilidades de aprendizaje y crecimiento personal. Además de conexión conmigo, con mis hijas y con mi compañero parental.

Hoy veo todo en retrospectiva y me siento en paz. Hoy soy capaz de darme todo lo que necesito, ponerme al principio de mi lista de prioridades, escucharme, verme, amarme. En definitiva, habito nuevamente en mí, vivo en constante conexión, he aprendido a ser mi mejor compañía. Hoy soy capaz de relacionarme desde el amor propio.

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